Las empresas que apuesten por la I+D sobrevivirán y las demás, a los estratos fósiles

José Manuel Sanjurjo, como miembro de la Real Academia de Ingeniería, ha elaborado junto a otras academias europeas un informe en el que se ofrece un análisis para que Europa no pierda la “tercera revolución industrial”. De lograrlo depende que la UE mantenga su Estado del bienestar.

Sanjurjo

Durante el siglo XIX, mientras Europa y EEUU vivían la Segunda Revolución Industrial, cuando se desarrolló la industria química y el petróleo cambió la cara del mundo, los españoles se dedicaron a matarse los unos a los otros. El desgaste de tres guerras civiles y el lastre ideológico de una población que miraba con recelo a la ciencia y la tecnología impidió que España disfrutase del progreso que lograron sus vecinos del norte. “Buena parte de los males que tenemos ahora en este país vienen de haber perdido aquella revolución industrial”, afirma el vicealmirante ingeniero de la Armada José Manuel Sanjurjo.

Ahora, Sanjurjo trabaja para que “no cometamos el mismo error”. Como miembro de la Real Academia de Ingeniería, ha elaborado junto a otras academias europeas incluidas en la plataforma Euro-CASE un informe en el que se ofrece un análisis a las autoridades europeas y comunitarias para no perder lo que llaman la “tercera revolución industrial”. De cómo se afronte esa revolución dependerá que Europa, y con ella su estilo de vida privilegiado, no caiga arrollada por el empuje de países como China o India.

¿La apuesta por la economía del conocimiento permitirá que Europa mantenga su Estado de bienestar y su modelo de sociedad frente a otras potencias como China o India, que no tienen que mantener estos costes y tienen ciudadanos dispuestos a mayores sacrificios?

Yo creo que sería una tragedia si en Europa cedemos a la sociedad de bienestar que hemos logrado. Esto se logró después de muchos años de esfuerzo, en una historia en que mucha gente se ha dejado la vida y hemos llegado a un nivel que yo creo que sería un error perder. Ahora bien, tenemos que entender que eso no será gratis. Si queremos mantener más o menos nuestra sociedad de bienestar, que es un lujo comparado con el resto del mundo, tenemos que ganárnoslo, porque hay gente que está dispuesta a competir con nosotros en los mercados y que no tiene esa carga. Y la única manera de competir con eso, a pesar de que se ha convertido en una palabra hueca, es la tecnología y la innovación en toda la cadena de valor de los negocios.

¿Las empresas españolas son conscientes de esa necesidad? Porque su inversión en I+D no parece demostrarlo

Pues yo creo que los que son conscientes, y esto es puro darwinismo, son los que van a sobrevivir, y los que no, pues como pasa en la evolución, a los estratos fósiles.

¿Cuál es la situación concreta de España ante el reto de esa tercera revolución industrial?

En España no lo tenemos fácil, pero es verdad que partimos de una situación que es privilegiada, porque tenemos una masa de gente muy bien formada y en general la gente española es creativa. Ahora lo que hay que hacer es remar.

¿Qué cambios se van a tener que afrontar España?

Hay varias tendencias que hemos identificado en el informe. La economía va a ser diferente y el primer eje en el que se va a mover es la conectividad. Vamos a tener que vivir en una sociedad conectada en banda ancha y tiempo real. Tenemos que tener una gran infraestructura que permita mover gran cantidad de datos en tiempo real. Hay que apostar por la siguiente generación de internet porque modificará el tejido industrial.

El otro factor que va a modificar el tejido industrial será el manejo de grandes cantidades de información, el ‘big data’. Yo vivo a 40 kilómetros de Madrid y tengo un ancho de banda de dos megas. No se puede entender que con esa infraestructura seamos competitivos en el futuro. Eso me pasa a mí y le pasa a una persona que quiera montar una empresa.

En las otras tecnologías, la tecnología rompedora será la impresión en 3D, que empezó siendo una curiosidad de gabinete y hoy se están realizando hasta piezas de aviación. Eso permitiría que, si tengo ancho de banda suficiente, bajarme un app en el ordenador, diseñar una pieza para un avión, por ejemplo, y luego imprimirla. Y eso permitiría producir con un equipo muy reducido lo que antes requería una gran factoría. Además, la impresión en 3D necesitará el desarrollo de nuevos materiales, si yo quiero imprimir en titanio o tejidos orgánicos, tendré que tener las tintas adecuadas para el titanio o el tejido orgánico.

Otro gran elemento que está ahí es la robótica. La siguiente generación de robots serán más móviles y capaces de interactuar con los operarios. Y al final, todas estas tecnologías las puede adquirir igual que yo alguien en Pekín. Entonces creo que la diferencia la va a marcar la integración. En un teléfono, por ejemplo, son todo tecnologías comerciales que se pueden adquirir fácilmente, pero que se han integrado bien y ahí es donde está la innovación y está la ventaja competitiva.

Para lograr estos objetivos, será necesaria una educación de calidad. ¿Cómo está España en este sentido?

Creo que de momento la educación es aceptable, pero el sistema tiene que ser lo bastante ágil como para dotar a la gente de los conocimientos y capacidades que va a exigir el mercado. Hay que tener cuidado con dirigir demasiado las economías y si no sabes cómo van a ser las fábricas en el futuro es difícil saber cómo va a ser la persona que la diseñe o que trabaje allí, pero lo que sí está claro es que cuanto mejor seas, mejor te colocas. Las universidades tienen que tener la agilidad para ir sondando el mercado y ver, por ejemplo, que si la robótica necesita más expertos en programación de inteligencia artificial, adaptarse para dar esa formación. Y no empeñarse en formar geógrafos.

Hay mucha gente a la que esta manera de poner la universidad al servicio del mercado les parece aberrante

La universidad al servicio de la sociedad, que es de lo que va esto. Si no ofrece los conocimientos y las habilidades que necesitan los ciudadanos, mal vamos. Y con esto no quiero decir que no haya facultades de letras, me parece estupendo, pero lo que sí vamos al desastre es si intentamos formar a gente con principios de la edad media o el renacimiento, cuando el mercado pide otra cosa.

En una situación difícil como la actual, ¿se puede hacer otra cosa distinta de realizar recortes como los de las aportaciones a la Agencia Europea del Espacio, la I+D militar, o las ayudas a la biotecnología de la Fundación Genoma, por poner algunos ejemplos?

Esto es un círculo vicioso. Si tienes una economía que no es suficientemente productiva para crear beneficios, al final no puedes mantener el sistema de bienestar. Lo ideal sería no estar tan obsesionados con los recortes y preocuparse más por inversiones en infraestructura digital que sabes que tarde o temprano va a producir beneficios industriales.

¿Hay alguna carencia de España que pueda ser especialmente preocupante a la hora de afrontar los retos de esta tercera revolución industrial?

El país es absolutamente diferente al que perdió la segunda revolución industrial en el XIX, pero lo único que me preocupa es la falta de apego por todo lo que sea tecnología o ingeniería. En general sigue habiendo una cultura en el país de no involucrarse excesivamente en este tipo de cosas, aunque no estemos en absoluto en una situación similar a la del XIX. Hay que pensar que están bien las tapas, el buen vino y demás, pero hay que moverse hacia estas otras cosas.

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