Juan Pedro Conde, fundador y presidente de las panaderías Granier, explica su estrategia para ganar clientes y cómo la polémica les ha beneficiado.
«Un panadero con inquietudes comerciales». Así se define Juan Pedro Conde (Cornellá, 1964), fundador y presidente de Granier, las panaderías que han revolucionado el sector. Y entiéndase revolución en dos de los significados que contempla la RAE: cambio rápido y profundo, e inquietud y alboroto. La primera definición la justifican sus 220 locales en España en apenas cinco años de vida y uno más en Miami, al que se unirán en un futuro inmediato Lisboa, Roma o Londres.
El segundo concepto, el de alboroto, también lo conocen. Su expansión en Madrid hizo que a más de uno se le atragantara el cruasán. En concreto, los tres que Granier ofrece a 1,50 euros. La empresa catalana fue acusada de reventar los precios con el objetivo de hundir a la competencia. «No entiendo cómo se ha magnificado una cosa tan sencilla como que el mercado es libre y que cualquiera puede hacer una propuesta. Si hay un competidor que te puede restar público, no te queda más remedio que pelear por rescatarlo. La competencia nos hace mejorar a todos, y te aseguro que ellos también pelean por ganar clientes. Además, el canal de la distribución tiene productos mucho más baratos que el nuestro, no comprendo por qué nos tomaron de referencia», sostiene Conde.
El directivo argumenta que su comportamiento no es menos ético: «Nosotros no hemos quemado ningún mercado, sólo tengo una propuesta de negocio que intento desarrollar. Granier tiene un principio que no cumple la mayoría de la competencia: si nos proponen un nuevo local al lado de otra panadería, siempre decimos que no«, asegura.
¿Y es posible ofrecer un producto económico sin sacrificar la calidad? «Por supuesto. El cruasán, -que nos lo hace Europastry, la primera empresa productora nacional del sector- es un producto rentable. El que diga que no puede vender a ese precio no está diciendo la verdad. La prueba es que ahora es un precio que se ha estandarizado entre otros competidores. Eso sí, tienes que lograr un determinado volumen de ventas para que el margen tenga rentabilidad suficiente». Respecto al pan, Granier vende y defiende uno congelado en masa, diferente al precocido. «Es imposible que lo distingas de un pan fresco en cuanto a calidad, porque la masa se descongela durante 11 horas y después es cuando lo cueces».
A Conde, que toda su vida se ha dedicado al negocio del pan, también le sorprendió el repentino éxito que amasó su creación. «En Madrid, por ejemplo, las cadenas estaban más vestidas de pastelerías, y nuestro equilibrio de ofrecer pan, bollería y cafetería funcionó. Destacamos por la agilidad del crecimiento y por una buena propuesta comercial, de precio y de producto. Todas las teorías en una empresa son buenas y nosotros podríamos ahorrar con nuestros proveedores, pero quiero que la gente se lleve un buen producto».
La polémica ha hecho más conocida a Granier y, según Conde, le ha permitido ganar atractivo. «Cada vez que emiten el programa de televisión sobre nuestros cruasanes tenemos del orden de 1.000 llamadas de personas interesadas en nuestras franquicias». Futuro El ejecutivo también entra en harina ante las críticas que aseguran que más adelante subirán los precios. «Si tienes un modelo de éxito, ¿por qué vas a cambiarlo? Tienes que acentuar la calidad y si puedes, bajar más el precio, siempre y cuando tu negocio sea rentable».
Conde se perfila como un hombre sencillo, el mismo adjetivo que define un producto como el pan. «Somos un negocio para el día a día, para la vida cotidiana de las personas». Sin más pretensiones. Por cierto, ¿dónde compraba el directivo el pan antes de fundar Granier? «Siempre tengo pan duro en mi casa porque me olvido de llevarlo la mayoría de los días».